martes, 29 de enero de 2013

Nada volverá a ser como antes


Ya no podré volver a ver el mundo con los mismos ojos de antes. La vida se ha dejado sentir a base de bien.  Y esto no viene porque sí. Acabo de entrar en una nueva ‘etapa’: oficialmente soy cuarentañera. Dicen que a los 40 haces balance de los objetivos cumplidos. Pues hombre, si lo hago, objetivos cumplidos lo que se dice cumplidos pues no muchos… Pero bueno como dicen que los 40 de ahora son los nuevos 30, me quedan diez ¿no?
 
Nunca hubiera podido imaginar que mi vida a los 40 fuera tal y como es. Ya ves, la realidad supera casi  cualquier ficción. Tranquilos, no voy a perder ni un segundo en enumerar mis objetivos no cumplidos. Estaría bien que inventasen una crema milagro que eliminara las ‘heridas de guerra’ y lo dejase a uno como nuevo o quizá una pastillita que nos sirviese para resetear la mente.
 
Ya nada volverá a ser como antes. Todo ha cambiado en general. A mí que siempre me ha gustado ver el lado positivo de las cosas (una vez pasado el ataque de histeria inicial) me da pavor no poder vérselo al panorama que tenemos por delante. Vaya tela. Cuanta más crisis, más miserias salen al descubierto y más escondidos, casi hasta desaparecer, quedan valores como la ética, el respeto, la compasión e incluso la humanidad, que en sí mismo, no es un valor sino algo inherente a las personas. No hace falta que me inyecte botox porque ya tengo cara de perpleja la mayor parte del día. Que mal arreglo le veo a todo. Esto no hay ni tijera ni aguja ni botox que lo arregle…
 
No estoy en crisis (al menos, no, por el momento). No tengo tiempo ni tampoco ganas, es lo bueno de esta edad. El balance hasta ahora es, cuanto menos, exótico/ecléctico. Si miro hacia atrás, veo que la vida me ha regalado a base de ‘sorpresas’ otra visión del mundo, menos superficial, menos dramática y por qué no decirlo: más dura. Eso sí, he recuperado la mirada interrogante y a veces perdida de los niños, cuando no saben qué les deparará el futuro. Quién lo iba a decir a  estas alturas de la película.
 

lunes, 21 de enero de 2013

¿Pero es que no duerme nadie??


El sábado pasado eran las 4 de la mañana y yo estaba mirando las estrellas. No estaba de fiesta, ni acababa de llegar a casa, ni estaba especialmente romántica, para nada… Tengo unos nuevos y jóvenes vecinos que tienen una activa vida nocturna (de lunes a domingo) y no nos dejan dormir. Llevamos así más de dos meses. Claro que hemos hablado con ellos de buen rollo y de no tan bueno –no sabía que de malas me pudiese parecer tanto a Belén Esteban-. También hemos hablado con el presidente de la comunidad, con el propietario del piso, con la policía, y yo últimamente hablo también con Dios. Un dios insomne como yo que por el momento hace caso omiso a mis plegarias nocturnas porque debe estar de tan mal humor como yo.
 
La perra, pobrecita mía, tampoco duerme, como es tan ‘sensible’ ella también se desvela y ya de paso hay que sacarla a la calle a horas intempestivas porque el estrés le afloja la vejiga –o como dice una amiga, el tete-. El otro día, no me acuerdo ni de la hora que era, mientras mi chuchita olía unas margaritas, me fijé que ya había gente en la calle: varios corriendo, otros repartiendo, otros que iban o venían… Vaya, no soy la única.
 
Ayer dormí casi del tirón después de hablar con el origen de mis ojeras y soltar por mi boca: si yo no duermo de noche, os prometo que vosotros tampoco de día (una amenaza que dudo surja efecto a largo plazo, pero oye mira, me quedé muy a gusto) Y digo  que casi duermo del tirón porque los del VIPS (que cierran a las 2 de la mañana y abren a las 7 y justo dan al mismo patio de manzana que mi habitación) tienen estropeado el aire acondicionado y bueno parece que tenemos una turbina gigantesca sin engrasar metida en la cama… ¿No es divertido?
 
Pero vamos a ver una cosa: ¿Es que nadie duerme o es que hay una conspiración cósmica para no dejarme dormir a mí?
 
Y que conste que he probado a irme a otra habitación, a ponerme tapones e incluso a doparme con somníferos… Pero ni por esas.