martes, 13 de agosto de 2013

Bajo el sol de... Suiza


Quería irme, poner kilómetros de distancia. Más que vacaciones era una necesidad vital. Probarme a mí misma, ponerme un reto y saber que puedo. Después de un periplo mental por diferentes ciudades de Europa, incluso por algún que otro crucero y volver loca a la agencia, a mis amigas y a mí misma, terminé en Suiza y en la Selva Negra de Alemania, y a estas alturas no sabría decir por qué. Me fui sin saber el recorrido, con un grupo organizado donde no conocía a nadie y con una maleta que ni hecha por mi peor enemigo. Pero ahí estaba yo. Y es que no hay nada mejor en la vida que confiar.
 
Nada más llegar al aeropuerto descubrí lo mejor del viaje, dos personas maravillosas que me adoptaron desde ese momento para aún después de haber llegado seguir a su lado. Llegada a Suiza. Ola de calor africano. Maleta con ropita más bien de entretiempo, ni unas chanclas. El gel se desparrama en el trayecto y me deja con la mitad del fondo de armario y 3 bragas, literalmente. No pasa nada. Ataque de risa porque a otra del grupo le ha pasado lo mismo pero con la espuma del pelo (la ropa pelín tiesa). Monísimas y preparadísimas (jajaja) en una Suiza tan civilizada, tan limpia, tan verde… Que por primera vez me siento algo parecido a una perroflauta. Y es que también se me olvidó la crema suavizante del pelo… jajaja una cucada vamos.
 
Sería difícil resumir las sensaciones que han sido muchas, sería difícil hablar de las ciudades sin antes situarme en un mapa, sigo sin enterarme mucho de por dónde he estado… Pero estuve, pude, lo hice. Confié. Y llego llena de verde en las pupilas, con los pulmones repletos del aire fresco de los Alpes, con el regusto en el paladar de las mil cervezas y de otros tantos chocolates. Y aunque no sepa muy bien por dónde he estado (nada propio en mí), sí que sé dónde estoy ahora.
 
En la tierra de Heidi el ritmo es más pausado, la gente no grita y los perros no ladran. El 80% de la población masculina está como un queso (nunca mejor dicho) y es súper educada, pero les falta sentido del humor, les falta pasión, de algún modo, les falta vida.
 
Me he traído unas vistas maravillosas, mil risas, las piernas llenas de moratones por la bajada de algún monte al que nunca antes me hubiera atrevido a subir y todavía me dura la resaca de un botellón a base de cerveza, tequila y licor de hierbas alpinas. Bajo el sol de Suiza, me he dado cuenta de que habrá más viajes, habrá más experiencias y habrá más vida porque, sin duda alguna, hay que confiar.
 
 

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bueno es confiar, qué importante es detenerse y alejarse para quererse a uno mismo, para tener la fuerza de volver a empezar .
Con ese verde en las pupilas y los pulmones llenos de aire fresco .... Abres los ojos y te das cuenta de que el paisaje que ahora te rodea... Es increíble!!!

Anónimo dijo...

Yo te adoptaría, ya lo sabes, bajo el sol que fuera. Ya me contarás ese viaje, valiente. Con una cervecita para qué entres mejor en situación.

Un beso guapa.

Cristina dijo...

Muy chulo .
Eres adoptable

Candela Guevara dijo...

Os digo desde ya que me dejo adoptar aunque sea como mascota!!!